El Espacio Ecléctico y la Feria de Libros de Fotos de Autor - Nuevos ámbitos de difusión y producción editorial






Desde el año 2001 y en pleno corazón de San Telmo, el Espacio Ecléctico surge como un centro cultural autofinanciado por artistas con el objetivo de propiciar la producción y divulgación del arte en sus formas más variadas. Su programación abarca áreas como la danza, la música, el teatro y las artes visuales, centrando principalmente la mirada en producciones de artistas emergentes del medio local. Dentro de este contexto, a partir del 2002, se comienza a organizar la Feria de Libros de Fotos de Autor, evento de tipo anual que terminará por convertirse en uno de los de mayor convocatoria del lugar. La feria nace así como un espacio óptimo para difundir fotógrafos con libros de ediciones limitadas o independientes y, al mismo tiempo, hacer circular libros fotográficos de autor de ejemplares únicos.
En este trabajo, partimos de la base de entender al Espacio Ecléctico como un nuevo ámbito artístico / cultural opuesto al museo en el que una obra artística es expuesta para su contemplación. Sin embargo, más allá del carácter trasgresor e innovador de la propuesta del EE -y dado que vivimos en un mundo signado por principios asociados al consumo- resulta prácticamente imposible evitar que lo comercial intervenga.
En torno a estas ideas, intentaremos analizar la Feria de Libros de Fotos de Autor como una práctica que se inserta en la contemporaneidad, más allá de que los objetos que la constituyen sean propios de la modernidad. Para ello nos basaremos en los conceptos desarrollados por Nicolas Bourriaud en su obra Postproducción con el objetivo de determinar si es posible considerar a la FLFA como una práctica contemporánea y, de ser así, indagar respecto a cómo los libros de artista que la conforman, si bien son productos que nacen con la modernidad, pueden convivir armoniosamente en este ámbito.
Por otro lado, el hecho de que todo el material que participa de la feria provenga de una convocatoria abierta que con anterioridad al evento el EE efectúa es algo que sorprende en el ámbito artístico en general -tradicionalmente caracterizado por la figura del curador y la galería- así como también en el editorial, en el que el editor actúa como intermediario entre lo que se publica o no. Esto nos lleva al siguiente interrogante: ¿Actúa la FLFA como un elemento bisagra que si bien por un lado permite que la fotografía recupere su “aura” al insertarse en objetos únicos e irreproducibles como ser los libros de artista, por otro se la quita al pretender incorporar estos mismos objetos dentro del ámbito editorial? Bosquejaremos, en consecuencia, algunos análisis en torno a estos planteos.

FLFA / POSTPRODUCCIÓN / CONTEMPORANEIDAD
Según Bourriaud, la postproducción forma parte del arte contemporáneo y es definida como un conjunto de actividades ligadas al mundo de los servicios y el reciclaje, lo que la inserta dentro del sector terciario -en oposición al primario que se caracteriza por trabajar con materia prima-. Si bien responde a la multiplicación de la oferta cultural actual, también se caracteriza por el hecho de que en sus prácticas se incluyen formas muchas veces ignoradas o despreciadas. Generalmente, estas prácticas pretenden inscribir a la obra de arte en el interior de una red de signos y significaciones, en lugar de considerarla como una forma autónoma u original (como sucedería con una obra expuesta en el museo), lo que nos lleva a un nuevo y original recorrido entre los signos; precisamente, se hace necesario aprender a recorrer estos signos.
Si partimos de esta definición, en primer lugar, observamos que el EE forma parte del sector terciario al ofrecer servicios culturales y educativos. Puntualmente, la FLFA da lugar a una práctica innovadora dentro del campo, práctica que posibilita la multiplicación de la oferta cultural. Además, el visitante debe aprender a recorrer la FLFA. Cuando se ingresa en ella por primera vez, uno se encuentra con un espacio que difiere tanto de la estructura de “feria del libro” como tal, como de la de muestra / exposición de fotografía. En una sala especialmente decorada y ambientada para el evento, el visitante, ya sea guiado por el catálogo que recibe al ingresar o por haberse sentido particularmente atraído por alguno de los libros expuestos en un gran tablón, es libre de tomar cualquiera de los materiales expuestos, manipularlos, tocarlos, trasladarlos a cualquier sitio de la sala, leerlos u hojearlos.
Volviendo a Bourriaud, este enumera una serie de características propias de la postproducción que también se observan en la FLFA, como ser:
-El hecho de que tanto la postproducción como la FLFA habiten “estilos y formas historizadas”, lo que en la feria estaría representado por la presencia de libros de artistas que son elementos que tienen su origen en la modernidad. En la FLFA, existen libros con fotos que desde su origen son concebidos como libros de artista. El libro de artista es una obra de arte en sí misma, es una forma de expresión donde convergen múltiples combinaciones posibles de lenguajes, formatos, materiales y sistemas. En el mejor de los casos, el libro de artista es siempre un experimento abocado a probar los límites de lo que tradicionalmente entendemos por libro.
-La idea de “muerte del autor” se hace presente en la FLFA al ser una práctica colectiva en la que ninguno de los expositores sobresale frente al otro, además de que la autoría de la feria como tal no reside en sus realizadores sino en los distintos significados que quienes la visitan puedan atribuirle (el receptor se vuelve la figura central de la cultura, en desmedro del culto al autor).
-Entender a la FLFA como un “mercado de pulgas” en el que el reciclaje y la disposición caótica suplantan a la vidriera y los estantes. Tal como sucede en el EE, Bourriaud afirma que el mercado de pulgas representa una forma colectiva que no depende de la autoridad de un único autor, ya que se constituye con múltiples contribuciones individuales; además, encarna flujos de relaciones humanas que tienden a desvanecerse con la industrialización del comercio (o sea, no es lo mismo que el libro esté en la FLFA que en los estantes de una librería en donde el matiz comercial es innegable). El mercado de pulgas es pues el lugar donde convergen productos de múltiples procedencias a la espera de nuevos usos (usos que dependerán del que los visitantes de la feria les den). Su éxito entre los artistas contemporáneos proviene de un deseo de volver palpables de nuevo esas relaciones humanas que la economía posmoderna ubica en la burbuja financiera, y que no se perciben ni en una exposición de fotos en una galería, ni en las librerías donde alguno de los libros expuestos son vendidos.
-Ambas prácticas se pueden calificar dentro de una “cultura de uso” o “cultura de la actividad”, la cual actúa como generadora de comportamientos y potenciales reutilizaciones, además de implicar una profunda mutación del estatuto de la obra de arte (es decir, los libros / fotografías no son presentados simplemente para su “contemplación”; la feria de por sí promueve prácticas a las que cada visitante les dará un uso puntual y que dependerá del modo en el que manipule cada uno de los objetos, además de estar signadas por los significados a los que cada lectura derive o conduzca). De este modo, la obra de arte contemporánea no se ubica como la conclusión del "proceso creativo", o sea, como un "producto finito" a contemplar, sino más bien como un sitio de orientación, un portal, un generador de actividades. La exposición ya no es el resultado de un proceso, sino un lugar de producción. El artista pone allí herramientas a disposición del público.
-En la FLFA, al igual que en la postproducción, "se sacraliza el momento de la presentación" ya que los objetos que la constituyen solo encuentran un valor de uso en ella, lo que les permite funcionar como objetos activos y convertirse en generadores de comportamientos y de potenciales reutilizaciones.
Bourriaud afirma que no miramos sino lo que esta bien mostrado, es decir, que no deseamos sino lo que es deseado por otros. Y la FLFA es un fiel ejemplo de esto, ya que al ser la sala del EE acondicionada especialmente para el evento con una decoración que invita a la lectura y goce de cada uno de los libros presentados, el ambiente moviliza a prácticas que no se generarían en otras condiciones.
-Finalmente, se manifiesta claramente en ambos casos una voluntad de inventar nuevos vínculos entre la actividad artística y el conjunto de las actividades humanas, lo que posibilita construir un espacio narrativo que captura obras y estructuras de lo cotidiano. La gente es uno de los componentes de la exposición. En lugar de limitarse a mirar el conjunto de objetos que se ofrece para su apreciación, las personas son llevadas a moverse entre ellos y a servirse de los mismos.

EL “CAMPO DE LA FOTOGRAFÍA”, EL “CAMPO EDITORIAL” Y SUS “AURAS"
La fotografía nace como una técnica basada en la reproducción. La polémica suscitada a partir de su  invento para decidir si derivaba o no del arte solo afectaba a un problema limitado. Los trastornos que en cambio acarrearía como medio de reproducción de la obra de arte alcanzarían una repercusión inmensa. En un principio, la obra de arte no resultaba visible más que para contempladores aislados; reproducida en millones de ejemplares se volvía accesible a las masas. Esta evolución había comenzado con el grabado, para luego extenderse a la litografía. Pero solo con la invención de las técnicas fotográficas perderá el arte el aura de una creación única (1).
Según Walter Benjamin: “(…) la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición. Al manipular las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible. Y confiere actualidad a lo reproducido al permitirle salir, desde su situación respectiva, al encuentro de cada destinatario” (2).
Si hiciéramos una comparación entre una fotografía colgada en cualquier sala y la misma fotografía publicada en un libro, podríamos decir que, en el primer caso, en cierto modo, esta vuelve a recuperar su “aura”, mientras que en el segundo se desvanece por completo al observarse dos mecanismos de reproducción simultáneos: el fotográfico y el de la publicación de libros en general. Más allá de esto, la FLFA, al centrarse en libros de artistas mayoritariamente de ejemplares únicos e irreproducibles, le devuelve el “aura” a estos objetos, otorgándoles además un “aquí” y un “ahora” que surgen con el desarrollo de la feria como tal. Sin embargo, la FLFA promueve un doble juego: por un lado, como bien acabamos de decir, el hecho de que el libro recupera su “aura”, y por otro, que al dar a conocer obras inéditas con el objetivo de que puedan insertarse dentro del circuito comercial editorial, este lo pierde nuevamente, así como también lo pierde frente a la presencia del catálogo, lugar en el que los objetos se reproducen una y otra vez.
Este doble juego también está desarrollado en la teoría de los “campos” planteada por Bourdieu, quien propone la existencia de dos lógicas económicas: “En un polo, la economía anti-‘económica’ del arte puro que, basada en el reconocimiento obligado de los valores del desinterés y en el rechazo de la ‘economía’ (de lo ‘comercial’) y del beneficio ‘económico’ (a corto plazo), prima la producción y sus exigencias específicas, fruto de una historia autónoma; esta producción que no puede reconocer más demanda que la que es capaz de producir ella misma pero sólo a largo plazo está orientada a la acumulación de capital simbólico. (…) En el otro polo, la lógica ‘económica’ (…) que, al convertir el comercio de bienes culturales en un comercio como los demás, otorga la prioridad a la difusión, al éxito inmediato y temporal, valorado por ejemplo en función de la tirada, y se limitan a ajustarse a la demanda preexistente de la clientela. (…) Una empresa está tanto más cerca del polo ‘comercial’ cuanto más directa o más completamente los productos que oferta en el mercado responden a una demanda preexistente, y dentro de unas formas preestablecidas” (3).
En la FLFA el polo al que Bourdieu llama anti-económico estaría representado por los ejemplares únicos de libros de artistas cuya estética no responde a las “formas preestablecidas”, mientras que el polo económico estaría representado por los libros publicados por editoriales -los que en su totalidad se caracterizan por conservar el formato de códice- y aquellos que a pesar de ser ejemplares únicos que todavía no lograron ser publicados, dadas sus características físicas, pujan por ingresar al campo.

CONCLUSIONES
Todo lo anteriormente expuesto, nos permite entender a la FLFA como una práctica contemporánea y, precisamente por este motivo, al ser una de sus características el hecho de tomar “estilos y formas historizadas”, es que los libros de artista, si bien son objetos que nacen en la modernidad, conviven armoniosamente en nuestra contemporaneidad.
Quienes realizan fotografías, simplemente por la elección de una técnica basada en los principios de la reproducibilidad, sienten la necesidad de que su obra se reproduzca y llegue al público. Son infinitas las razones por las cuales los fotógrafos realizan fotografías e incontables los usos que se les dan. Las fotografías pueden funcionar como documentos históricos, como propaganda política, como pornografía, como recuerdos personales, como obras de arte, como ficción, metáfora o poesía. Y dado que el medio impreso es el medio natural e idóneo de la fotografía, es que existe infinidad de libros hechos con fotos. Es el libro, en consecuencia, el medio ideal que propicia su reproducción. ¿Pero a qué nos estuvimos refiriendo exactamente cuando hablábamos de “libros de fotos de autor”? Un libro de fotos es aquel en el que la idea primaria es llevada adelante por fotografías y en el que puede o no haber textos o ilustraciones. Ralph Prince lo define así: “Un libro fotográfico es una forma de arte autónomo, comparable con una escultura, una obra de teatro o una película. Las fotografías pierden su propio carácter fotográfico como objeto en sí mismo, para convertirse en parte de un evento dramático llamado libro” (4). Así como no siempre una pared es necesariamente el mejor destino para la buena fotografía (muchas veces un libro puede albergar mejor una determinada idea), tampoco el mejor destino para un libro implica siempre ser publicado o editado industrialmente. Pero, dado que en el catálogo de la FLFA figuran los precios de las obras, ¿no estaría el valor de cambio reemplazando en cierto modo el valor de uso, es decir, no se estaría transformando el objeto artístico en mercancía? Como bien estuvimos desarrollando en las líneas precedentes, este doble juego resulta inevitable. Tal es así que los ejes que movilizan a la feria (pensemos simplemente que el concepto de “feria” como tal ya lleva incorporado un fuerte matiz comercial) oscilan entre lo artístico, representado por las fotos y los libros de artista, y el deseo interno de estos artista de que su obra trascienda por medio de un libro y su publicación. Si entendemos a la FLFA como una práctica cultural en la que la fotografía, como medio de expresión artística, es insertada dentro de un objeto propio de la cultura de consumo como es el libro, es posible aceptar la idea marxista expuesta por Bourrieau en la que se considera al consumo como una manera más de producción y así afirmar que en la contemporaneidad el consumidor estático de los años 80 desaparece en favor de un consumidor inteligente y potencialmente subversivo: el “usuario de las formas”.

Ma. Eugenia Castro Fernández.

NOTAS
(1) Freund, Gisèle. La fotografía como documento social. Buenos Aires. Editorial Gustavo Gili. 2001.
(2) Benjamin, Walter. Discursos interrumpidos I. Buenos Aires. Alfaguara. 1989.
(3) Bourdieu, Pierre. Las reglas del arte. Barcelona. Anagrama. 1995.
(4) Parr, Martin. The Photobook: A History. Phaidon. 2004.






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