Junqueros



















Junqueros surge a partir de la necesidad de dar a conocer un mundo que, si bien próximo, resulta absolutamente desconocido por el común denominador de la gente.
Entendemos por “junqueros” a todas aquellas personas que se dedican y viven, principalmente, de la recolección del junco, planta característica de las zonas costeras del río De la Plata que se suele utilizar para la producción artesanal de cortinas, sillas y artesanías diversas tejidas con el material. Para nuestro trabajo, decidimos focalizarnos en los junqueros que habitan la zona del delta bonaerense a partir de la segunda sección.
La idea del proyecto surgió en el 2005, época en la que, por diversos motivos, comenzamos a visitar con frecuencia el Delta. Poco a poco, la magia del lugar y sus habitantes nos fue envolviendo. Como todo aquel que visita las islas por vez primera, no pudimos evitar sorprendernos frente al hecho de cómo una vida, si bien no tan lejana a la nuestra, puede llegar a ser, al mismo tiempo, tan diferente e impactante; cómo ese tranquilo mundo rodeado por agua se mueve mediante botes y no sobre ruedas; cómo los problemas que enfrentan cotidianamente los isleños nada tienen que ver con los que sobrellevamos día a día en la ciudad (inundaciones y aislamiento, lo que trae aparejado inconvenientes tanto en la accesibilidad al transporte, la salud, los servicios y la educación, como en la generación de recursos económicos).
La recolección del junco que crece en las islas del delta bonaerense se realiza, exclusivamente, en los meses de verano; por este motivo, quienes viven de él deben combinar esta actividad con otras, como ser la caza de nutria o mantenimiento de casas de fin de semana. Si el tiempo acompaña, el junquero sale a las seis de la mañana y regresa a las doce del mediodía, momento en el que el calor del sol y los tábanos comienzan a hacer de la tarea algo poco tolerable. Para acceder a los juncales tiene que llegar hasta los playones donde el vegetal se afirma al sedimento que a su alrededor van acumulando las corrientes del río. Al juncal sólo pueden ingresar embarcaciones de calado mínimo. La canoa es el medio que el lugareño emplea para introducirse sin riesgo de vararse; se sumerge en el agua hasta las caderas y, hoz en mano, va cortando manojos de estas varas. Cuando ya tiene una apreciable cantidad las carga al hombro y las vuelca en la canoa. Lo recolectado se extiende en la “cancha” (playón que suele estar en una zona talada próxima a sus viviendas) para que seque. Con buen tiempo, en dos días queda listo para el acopio y su división en mazos. Una buena semana de trabajo redunda en 450-500 mazos. Finalmente, los mismos, son vendidos al distribuidor (el precio oscila los $5 por mazo), quien posee la embarcación adecuada para el traslado de la mercadería al continente, para luego revenderla al por mayor.
Si bien nuestro objetivo inicial giraba en torno a la idea de dar a conocer / mostrar la dureza de esta vida y cada uno de los pasos que la tarea implica, con el correr del tiempo, se fue centrando solamente en una familia de junqueros. Por medio de ellos, nos fue posible representar cómo la hostilidad (en la que el entorno geográfico, social, económico y cultural juegan un rol preponderante) se contrapone a la alegría del día a día que sólo se entiende si, todo esto que el común denominador de la gente relacionaría con la adversidad, es analizado como una elección de vida, según ellos mismos manifiestan.


 

















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